He de decir que he consumido mucho: Leonardo da Vinci, Alberto Durero, Lucio Fontana, Sempé, Aubrey Bersley, Chris Ware, Hiroshi Sugimoto, Chema Madoz... Influencias que se guardan detrás de los ojos y que quedan ahí, formando parte de tu manera de ver los colores y las formas. Sin embargo, a pesar de ese consumo, pienso que hay que cuidarse mucho de las influencias porque a veces, se puede caer en la imitación. No puedo ser Leonardo da Vinci porque no vivo en el Renacimiento ni estoy al servicio de Ludovico Sforza, al igual que no puedo ser Chris Ware porque no soy americana ni vivo en Illinois. Cada artista tiene sus vivencias que son las que dan lugar a su forma de coger el lápiz. Queriendo ser lo que no somos, acabamos convirtiéndonos en imitadores y nunca sacaremos a la luz nuestro verdadero pulso o nuestra verdadera voz.
Los otros dos consejos que se mencionan en la entrevista son constancia y autocrítica. Poco a poco, he ido encontrando mi propia voz. Pero no fue de la noche a la mañana. Trabajo, mucho trabajo. Probar diferentes técnicas, estilos y temas. Sin desfallecer, siendo constante a pesar de que el resultado no siempre sea el esperado. Y aquí es donde aparece la autocrítica, quizá el más importante de los tres. Para acertar una vez, hay que equivocarse miles de veces. Ideas que tus manos no saben llevar al papel, ideas que no se entienden, técnicas que no son las más adecuadas... Pero estos pequeños fracasos son muy necesarios. Saber donde están las limitaciones te da el poder de saber cuales son tus fortalezas y tus mejores recursos.
De esta manera, he ido encontrando mi propia manera de ilustrar. No sólo con el lápiz sino también con la cámara. Una voz que no es ni mejor ni peor. Simplemente, es la mía.