sábado, 6 de agosto de 2016

Cuaderno de Viaje

Es cierto que siempre que tengo oportunidad aprovecho para pintar y, como ya comenté en una entrada anterior, es algo que me he propuesto retomar sí o sí. Por eso, aunque estemos con la atención en otras cosas, hay que estar alerta porque muy a menudo, las oportunidades para hacer algo vienen disfrazadas como si de un carnaval se tratase.


Este año, encontré una de esas oportunidades. Este año, me casé. Una ceremonia, una fiesta y un viaje. De luna de miel, fuimos a Florencia, y el buen humor y la alegría invitaban a pintar. Lejos de mi día a día donde el ordenador es el protagonista, la acuarela, el papel y los pinceles ocuparon varias horas de aquellos días.




En febrero, con un tiempo invernal, tuve todo tipo de luces y colores, así como todo tipo de paisajes. A un día de lluvia, le seguía uno de sol. Plazas abarrotadas de gente y jardines solitarios. Poco a poco, en cada visita, fui haciendo un pequeño cuaderno de viaje que ha servido para mantener más vivo el recuerdo por encima de cualquier fotografía.



Ahora, echándole un vistazo después de unos meses, me doy cuenta de que este cuaderno, lleno de pinceladas apresuradas, ha hecho que la pintura vuelva a mi día a día para no dejarla marchar.