Sigo haciendo, entre otros encargos, portadas para libros. La última ha sido para Cuentos de Licántropos que publicará Tres Fronteras Ediciones.
Ya comenté en otra entrada cómo me enfrenté a la tarea de realizar la portada de un libro, también de esta editorial, sobre cuentos clásicos de muertos vivientes. En aquella ocasión, se trataba de encontrar una imagen que pudiera servir para una narración de carácter clásico entre la gran cantidad de imágenes sobre el tema que actualmente hay y que representan al mito del zombi con un aspecto muy de ahora. Sin embargo, para este trabajo, me topé con el caso contrario. Mi intención era salirme de la imagen de hombres lobo y licántropos que todos tenemos en nuestro imaginario. Pero a veces, en este tipo de encargos, lo más difícil no es encontrar una imagen original sino ver como original una que ya tenemos delante de nuestros ojos.
Huyendo de nieblas, bosques a la luz de la luna llena, garras y mandíbulas, la primera idea que tuve fue la de trabajar en un diseño basado en las ediciones del siglo XIX. La idea era mostrar al lobo en la portada y en la contraportada, al hombre a partir del cual había tomado su forma (que como guiño, es uno de los autores que aparecen en el libro, el capitán Frederick Marryat). Esta dualidad se puede ver en muchas novelas decimonónicas como, por ejemplo, Dr Jekyll y Mr Hide.
Fue la primera propuesta que presenté, pero poco a poco, aunque no renuncié a ella (de hecho, creo que es una buena idea a la que regresar para otros encargos que he tenido), me di cuenta de que todas esas imágenes que asociamos con el lobo y todos los relatos fantásticos que lo envuelven debían estar presentes. A pesar de ser un mito bastante antiguo, se trata de un mito que sentimos bastante cerca porque su imagen siempre nos ha acompañado. Es un miedo de la niñez, de los cuentos que nos han contado. Incluso se podría decir que, al contrario que con otros monstruos, es un miedo que muerde. Así que tomé los lápices y el resto de la semana la dediqué a trabajar en esos miedos que serían la base de la portada. Miedos que fueran reconocibles. Miedos que nos hicieran recordar de nuevo esos "Que viene el lobo" que se oían en el cuento.
Al final, ésta fue la propuesta que se quedó el cliente. Imagen clásica dentro de este tipo de literatura, pero imagen que, como todos tenemos cercana, no será difícil que llame la atención en un escaparate.